¿Qué pasaría si logras completar una transición transexual,
pero la hiciste por motivos equivocados?
¡Sí entendiste!
¡De ningún modo debes equivocarte así!
Traducido por
Sonia John
(en
inglés)
En las páginas de Lynn que tratan del transexualismo, hablamos de algunos de los riesgos sociales que tienen que enfrentar los transicionistas transexuales y transgénero. En la página sobre la CRS, hablamos de algunos riesgos médicos de la cirugía misma. En esta página tratamos algunos de los riesgos que incluye el someterse a la CRS donde el raciocinio global para la transición y/o la CRS es cuestionable.
Se pueden mencionar los siguientes entre los “motivos equivocados” para someterse a la CRS: (i) para ser un centro de atención y tener una “vida sexy,” (ii) para gozar de experiencias autoeróticas, (iii) creer que la cirugía le convertirá a uno automáticamente en una mujer, especialmente a la vista de los demás, y (iv) decidir convertirse en mujer por capricho (o mientras se experimenta una “crisis de la mediana edad”), etc.
Los travestís y fetichistas más viejos, que transicionan principalmente para satisfacer una libido masculino, parecen experimentar más arrepentimiento y dificultades en ajustarse. Con el transcurso del tiempo después de la supresión de los testículos, estos individuos pierden poco a poco sus reacciones sexuales masculinas (o sea autoeróticas) hacia su nuevo cuerpo femenino. La pérdida de gratificación sexual, junto con las dificultades prácticas de la vida cotidiana posoperada, puede resultar en que aquellas que “se han equivocado” fracasen en ajustarse a sus nuevas vidas a largo plazo. (Esto es un efecto muy contrario al aumento de una libido femenina y a la mejora de la capacidad de hacer el amor que experimentan muchas otras transexuales posoperadas.)
Renée Richards
Considera primero la historia de Renée Richards, que transicionó y se sometió a la CRS en 1975 cuando tenía 40 años, y que el año siguiente fue sacada del armario y conocida como “la tenista transexual.” La amplia difusión de su historia en los medios de comunicación ayudó inicialmente a una nueva generación de jóvenes transexuales, porque—exactamente como en el caso de Christine Jorgensen en mediados de los años 50—así se enteraron que un cambio de sexo era posible. En 1983 Renée escribió una autobiografía sobre su transición llamada “Second Serve” (“Segundo Servicio”), lo que aumentó el interés del público sobre su situación y sobre el transexualismo en general. Mucho de este interés se centró en la cuestión de permitir o no la participación de mujeres transexuales posoperadas como mujeres en deportes competitivos.
Desafortunadamente, la extensa publicidad sobre el “cambio de sexo”de Renée (publicidad que en gran medida ella misma atrajo) resultó en una extendida imagen pública en la que se la veía como transexual en vez de como mujer. Los mitos que crecieron en torno a su historia generaron el concepto popular de que las mujeres transexuales posoperadas realmente no son mujeres, sino que son “lo que es Renée Richards.”
Una parte del problema de la aceptación pública de Renée (y también de su
propia autoaceptación) era sin duda su estructura facial insólita. Tenía un
cuerpo muy femenino, muscular y atractivo, y se consideraría bella. Sin embargo,
parece que nunca se dio cuenta que tenía un resalte de cejas bastante grande,
una mandíbula grande y un mentón grueso y masculino. En los años 70 y 80, pocas
mujeres transexuales se daban cuenta que estos rasgos indicaban señales obvias
del género masculino y provocaron en otras personas una incomodidad instintiva y
visceral. (La conciencia de este problema surgió durante los años 90 con la
innovación de las técnicas de la
cirugía de
feminización facial, al aparecer fotos antes/después del trabajo del Dr.
Douglas Ousterhout.)
Fuera por las razones que fuera, tal vez por causa de su fama deportiva junto
con la amplia difusión de sus photos, la gente siempre pensaba en Renée como una
transexual en vez de una mujer. Esto es muy distinto de las situaciones a las
que hacían frente otras mujeres posoperadas bien reconocidas, como Christine
Jorgensen y April Ashley—quienes aunque sufrieron problemas de discriminación,
la gente pensaba en ellas como mujeres, y eran tratadas como tal, incluso en
esos días de antaño.
Al final esto debió de haberse convertido en un gran problema para Renée. O
quizás es posible que, al desvanecerse la atención de los medios de comunicación
y al enfrentarse a su realidad social, emocional y física, también se
desvaneciera su sueño de una vida interminablemente sexual y como centro de
atención. En resumen, su transición falló en cumplir sus propias expectativas, y
Renée ya reconoce que hubiera preferido que no haberse sometido a la CRS.
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Dani Bunten Berry
El ensayo de Dani que se reproduce aquí también se encuentra en un sitio Web que conmemora su vida, carrera y transición de género. Dani era una mujer maravillosa que se responsabilizó completamente de sus acciones y no echó ninguna culpa a los demás (aunque los cuestiona) por lo que le sucedió. Sus palabras francas y honestas sirven como buenos consejos a aquellas que sientan un impulso a someterse a la CRS por motivos equivocados, como hizo ella.
Dani era una científica de la informática y la pionera de los videojuegos para múltiples jugadores; era muy conocida y respetada como una gran inovadora en este campo. Los videojuegos para múltiples jugadores han llegado a apuntalar mucha tecnología moderna de colaboración electrónica, por lo que su trabajo tuvo un impacto extenso en la informática en general. Para leer más sobre Dani y su trabajo creativo, ve al artículo de Salon.com del 18 de marzo, 2003.
¡No lo hagas! Ese es mi consejo. Es lo más horrible, costoso, doloroso y desconcertante que jamás podías hacer. No lo hagas a menos que no haya otra alternativa. Tal vez piensse que tu vida sea difícil, pero a menos que tengas que elegir entre suicidarte o cambiar de sexo, tu vida sólo empeorará. Y los costes no terminan. Perderás el control sobre la mayoría de los aspectos de tu vida, te convertirás en ciudadana de segunda clase, y todo esto para poder vestirte como una mujer y sentirte más bella de lo que te sientes ahora. No lo hagas, punto y final. Ese es el consejo que me hubiera gustado recibir. Hice el cambio de sexo, ya paso bien como mujer, tengo un empleo excelente, pero no puedes imaginarte cuántas veces he deseado revertir el tiempo para poder buscar otra manera de proceder. A pesar de haber seguido todas las reglas y de haber sido tan honesta como pude con los médicos y psicoterapeutas durante todas las etapas del proceso, nadie me interrumpió para decirme, “¿Estás absolutamente convencida de que este es el único camino válido para ti?” Al contrario, todas las voces me apoyaban alegremente. Fui afortunda de que en la época no existiera Internet, porque ahí se encuentra toda clase de animadoras listas para justificar sus propias decisiones y jactarse de sus “cirugías exitosas” y por animar a los demás. Puedo hablar desde la línea correcta del transgenerismo que yo era una mujer encarcelada en el cuerpo de un hombre, y que recuerdo haberlo sentido desde que tenía cuatro años. Pero nada es tan sencillo, si lo miras sinceramente y sin prejuicios. Una crisis de la mediana edad, un divorcio y una experiencia con el cáncer influenciaron al menos el momento que escogí para cambiar de sexo. No es tan fácil ser completamente honesta ahora, tres años después de la cirugía, pero no estoy segura de que lo haría de nuevo, dado otra oportunidad. Lo que me preocupa ahora es que una gran parte de lo que yo consideraba disforia de género puede haber sido nada más que una obsesión sexual neurótica. Yo fui travestí durante toda mi vida sexual, y siempre fantaseaba que convertirme en mujer como máxima experiencia autoerótica. Irónicamente, al comenzar hormonarme se mi libido se acabó. Sin embargo, entendí mal la liberación de mis obsesiones sexuales como validación de la elección de transicionar. Luego, como ironía final, después de la cirugía mis nuevos genitales eran incapaces de llegar al orgasmo (como el 80% de mis hermanas transexuales). Así que no es necessario decir que mi vida actual como una mujer no me da la máxima excitación sexual. Y ¿cuánto costó todo?—Más de $30,000 sin mencionar la pérdida de gran parte de mi familia y mis amigos. Y los costes no terminan nunca. Cada persona que conozco, o que conoceré, va a tener que enfrentarse con el hecho de mi cambio de sexo. Y no soy la única que sufre; odio el impacto que esto tendrá en mis hijos y sus futuros. De todos modos, hablo como si esto fuera horrible y no lo es. Hay
algunas ventajas, pero lo importante-- sentirme cómoda y tener el amor
en mi vida, por ejemplo—no parecen depender de mi cambio. Llegar a ser
“yo misma” podría haber incluído el tener pene junto con expresarme más
femeninamente de cualquier modo hubiera tenido sentido. Descubrí esto
demasiado tarde y lo que ya me queda es sacar el mejor partido de la
vida con la que tropecé. Sólo hubiera deseado haber probado más opciones
antes de haber saltado al vacío. Echo en falta el poder ver fácilmente a
mis hijos (aunque no perdí todo acceso a ellos, al contrario de muchas
transexuales), echo de menos mi familia y mis amigos de antaño (sé que
no “debieron” haberme abandonado pero mucha gente es menos tolerante que
“debiera” ser, y todavía me hacen falta), y finalmente no me gusta la
falta de conexión con mi pasado (no hay ningún modo de combinar las dos
vidas distintas). Hay un gran abanico de maneras de expresar el género y
la sexualidad, y el único que intenté fue el más radical. Ahora nunca
sabré si podría haber encontrado un medio término que hubiera funcionado
mejor que “la solución universal”—el cambio de sexo. Por favor,
investígalo muy cuidadosamente antes de hacer lo que hice. |
Sandra MacDougall
“Este ex-miembro de los
Guardias Escoceses dice que ha sufrido acoso físico y verbal desde
que se sometió a una cirugía para cambiar de sexo hace casi cuatro
años, y desea que fuera posible revertirla. |
Samantha Kane
También existen aquellas que “cambian de sexo” por puro capricho, tienen los
recursos financieros para hacerlo, y luego se arrepienten y demandan a todo el
mundo que “les infligió el daño,” sin responsabilizarse por sus propias acciones.
Considera, por ejemplo, el caso de “Samantha Kane,” y fíjate no sólo en el daño
que se ha hecho esta persona impulsiva, sino también como daña también a mujeres
transexuales del mundo entero por su irresponsabilidad, tanto por transicionarse
como luego atacar a aquellos que trataron de ayudarlo al inicio.
(Sam Hashimi => Samantha Kane => Charles Kane)
“Sam, como era”
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“Samantha, como era...” |
“Charles, como es hoy!!!” |
Samantha Kane era, a la vista de
cualquiera, una mujer enormemente exitosa. Tenía su propia compañía
de decoración interior y era independiente, moderna y
excepcionalmente hermosa. Tenía un Mercedes-Benz de los más lujosos,
casas en el oeste de Londres y en España, y cuentas en todas las
tiendas exclusivas de alta moda de Knightsbridge. Su nombre se
parecía a un personaje del programa de televisión Dynasty, y su
belleza felina pordría haberla llevado a ser una. Se codeaba con personas tales como el Príncipe de Dubai, andaba con la sociedad internacional en Monte Carlo y Cannes, y compartió su cama con varios hombres de gran riqueza. Pero algo dentro de Samantha odiaba ser una mujer. La conversación le parecía superficial, y el sexo algo de segundo grado. Odiaba ir de compras, le disgustaban los chismes y se cansaba del manetenimiento constante de su cara y figura. En fin, a Samantha Kane echaba en falta ser uno de los chicos. La verdad es que Samantha anteriormente era Sam, un millonario con un imperio de bienes inmuebles, y un marido con dos hijos. Nació como Sam Hashimi en Irak, y era corredor de tratos de millones de dólares para hombres de negocios del Oriente Medio; atrajo atención pública brevemente cuando lanzó sin éxito una oferta para la adquisición del Sheffield United FC. Después de la primera Guerra del Golfo Pérsico, se derrumbó su imperio de negociós, y acabó su matrimonio. Con 37 años, y aparentemente sin deliberar mucho, decidió hacerse mujer. Se sometió a la cirugía de reasignación de sexo el diciembre de 1997 a un costo de casi £60.000, lo que incluyó £10.000 para la cirugía genital y otras £3.000 para implantes de busto. Después de cuatro años de la cirugía, Sam se dio cuenta que “él” había cometido un error tremendo, y ya ha comenzado el arduo proceso de someterse a más cirugías para volver a ser nuevamente un hombre. Ha aparecido otra vez en los periódicos, proclamando que su cambio de sexo fue un acto contra la natura. Ha presentado una queja ante el Consejo General de Medicina contra su médico, el psiquiatra especialista Russell Reid, alegando que éste tenía una “actitud desenvuelta” cuando lo recomendó para la cirugía de reasignación de sexo. Hace un mes cambió su nombre legalmente a Charles, deseando alejarse lo más posible de Sam y Samantha. Ahora se parece un hombre extraño. Se viste de con traje de rayas diplomáticas y una corbata rosa—parece una mezcla de hombre y mujer. Sus manos son suaves con uñas limpias y esculpidas. Anda y se sienta de manera femenina, pero usa el cuarto de baño de los hombres. No tiene barba y poca musculatura masculina. Dice que la cirugía y las hormonas tardaron cuatro años en feminizar completamente su cuerpo y que necesitará un tiempo comparable para revertirlo al estado masculino. Pero Charles nunca más será como era Sam. Sus genitales serán reconstruídas por cirugía cosmética, pero su cuerpo nunca más producirá testosterona, ni le crecerá barba. Charles no puede explicar de manera convincente por qué decidió hacerse mujer. Dice que sufría una crisis nerviosa cuando le recomendaron el cambio de género, pero cree que deberían haberle recomendado psicoterapía en vez de cirugía. ‘Yo era un hombre tradicional--duro y competitivo en negocios y el proveedor para mi familia. My esposa Trudi no había trabajado ni un día en la vida. Puse sobre mí la completa responsabilidad financiera para ella y los niños. A Trudi no le importaba ir de compras y gastar unos millares de libras en un vestido nuevo. Siempre me preguntaba como sería ser una mujer, sin tener ningunas de la responsabilidades que tenía, y con la gente abriendo las puertas para mí y dándome todos los privilegios que parece que las mujeres tienen.’ Hasta su crisis nerviosa, era completamente heterosexual—un hombre de negocios convencional en un traje gris, con cabello corto y bigote. Nació en Bagdad en uma familia de clase media y emigró a Inglaterra cuando tenía 17 años, donde obtuvo un HND en ingeniería y se casó con 23 años con Trudi, una ex-reina de la belleza. Construyó un imperio de propiedades, arregló tratos para ricos árabes, y manejó un club en Mayfair. Dice que durante cierta época tenía £2 millones en su cuenta bancaria. ‘Yo era como cualquier otro hombre,’ dice. ‘Trabajaba duro y hacía más o menos lo que me daba la gana. Me gustaba estar con los otros hombres, hablando de fútbol, de la bolsa, y por supuesto de las chicas. Creo que mi libido era superior a la media. Durante mi matrimonio tuve uno o dos amoríos...’
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================================= BBC1, martes el 19 de Octubre de 2004, 2235h ================================= Después del fracaso de su negocio y el abandono por parte de su esposa y sus hijos, Sam Hashimi tomó la drástica decisión de someterse a la cirugía para convertirse en mujer. Sólo más tarde el ex-millionario se dio cuenta de que había cometido un error terrible. Mientras ahora se prepara para la última etapa del proceso de revertir el cambio de sexo, Hashimi se pregunta si será aceptado otra vez como un hombre normal. Programas documentales acerca de gente que se somete a la cirugía de reasignación sexual son muy comunes hoy en día, pero este caso es bastante extraordinario. Nos muestra a Samantha, de 44 años, un rico empresario de propiedades que nació hombre (y como Sam tuvo dos hijos durante un matrimonio de 10 años), pero que cambió de sexo quirúrgicamente hace siete años. Ahora—y esto es lo poco usual—Samantha quiere convertirse en Charles, y está a punto de someterse a otra cirugía de reasignación sexual, para volver a ser nuevamente hombre. Sam/Samantha/Charles explica, ‘Me robaron mi masculinidad durante tantos años,’ pasando por alto que fue su decisión someterse a la cirugía. Mientras Charles espera el último procedimiento de cirugía reconstsructiva, lo vemos ponerse histérico por un caro yate que se va a comprar, del que espera que le ayude encontrar a una enamorada. En cierto modo es otro ejemplo más de su manera de decidirse muy de prisa sin pensar de las consecuencias. Es obvio que es una persona complicada y muy confundida acerca de lo que quiere, pero todavía es asombroso saber que alguien pueda tomar tales decisiones radicales sobre su vida de manera tan caprichosa. ==================================== |
Para más información sobre este caso, lee:
http://www.transgenderzone.com/features/changemeback.htm
http://www.bbc.co.uk/health/tv_and_radio/onelife_prog3.shtml
For a more extensive discussion about cases of "regrets", and also about groups of religious zealots and anti-gay ideologues who sometimes prey on these cases - smothering them with attention to get them to suddenly de-transition and then sue everyone in sight - see Christine Beatty's page entitled Transsexualism, Regrets and "Reparative Therapy":
http://www.glamazon.net/transsexual-regrets.html
Lynn Conway
[Advertencia/CRS: Versión del 11/02/04]
Mujeres Transexuales de Éxito(es)
[La página de Lynn] (es)