PARTE IV... TOQUES FINALES

 

 

El consejero Hunter refirió a Danielle con un endocrinólogo después de unas semanas aunque las normas de cuidado Harry Benjamin recomendaban tres meses de consejería antes de empezar con las hormonas. Danielle ya contaba con la pubertad y el tiempo era esencial. El primer endocrinólogo le hizo un reconocimiento físico completo y muchas pruebas de laboratorio y le recetó el estrógeno Premarin. Sus honorarios fueron de $360.00. El doctor era el dueño del laboratorio y esto me hacía preguntarme si había algún conflicto de interés. Danielle estaba emocionada y ansiosa de surtir la receta para poder empezar el estrógeno.

           

Las hormonas no obraron ninguna magia, pero comenzó a tener algo de sensibilidad en los senos y el crecimiento de su vello facial parecía hacerse más lento. Su voz apenas había empezado a cambiar, y esperábamos que las hormonas impidieran que siguiera engrosando. Pero las hormonas tenía su inconveniente. Ella experimentaba fatiga, náuseas y altibajos emocionales a medida que iniciaba el largo y áspero camino de efectos secundarios de la terapia hormonal. Se volvió hipersensible a que la gente la viera; no era paranoica, pero sólo muy consciente de que la gente parecía notarla. Se volvió inquieta incluso entre gente que la amaba y aceptaba, y necesitaba alejarse para descansar después de varias horas con ellos.

           

Durante su primer reconocimiento general, le pregunté al endocrinólogo acerca de la fatiga, pero no pensaba que el Premarin tuviera algo que ver con eso. Su testosterona todavía no había bajado a un nivel aceptable, por lo que recetó aún mas Premarin. En la dosis más baja ya había faltado a clases porque estaba cansada y no se sentía bien.

           

Después de relacionarme con otras personas transgénero aprendí que la fatiga es un efecto secundario muy común como se explica claramente en la hoja de información que viene con el Premarin. También me dijeron que había otro endocrinólogo cuyos precios eran más bajos y le recetó un bloqueador de andrógenos, spironolactone, además de Premarin.

           

Durante su primera visita al nuevo endocrinólogo, el doctor le preguntó a Danielle porque había ido a él y se sorprendió al enterarse que ella era transexual. Le redujo la dosis de estrógeno y agregó spironolactone. También dijo que no pensaba que la fatiga estuviera relacionada a las hormonas. Sus honorarios por el examen físico completo y análisis del laboratorio necesarios fue de $160.00.

           

Después de leer todos los libros que pude encontrar acerca de hormonas escritos por expertos, y hablando con algunos otros, llegué a la conclusión que hay varias alternativas en el tratamiento de transexuales, y cada uno tiene sus ventajas y desventajas. Parece que cada médico tiene su tipo y dosis de estrógeno que receta. Yo estaba de verdad asombrada de que los endocrinólogos no se daban cuenta del precio emocional que sus pacientes estaban sufriendo debido a la terapia de estrógeno. Hacen pruebas para evaluar daño hepático y problemas del corazón, pero no tienen manera de medir la fatiga, la depresión y distracción. Nuestros amigos transgénero habían encontrado lo que funcionaba para ellos, incluyendo inyecciones de hormonas y hormonas adicionales sin receta de México. Cada quien experimenta un grado diferente de beneficios y efectos secundarios de la terapia hormonal y hay quienes que no sienten fatiga ni depresión.

           

Danielle hizo su propia investigación y redujo su dosis hasta que pudo manejar la fatiga y emociones, pero no fue suficiente para producirle senos. Finalmente decidió que preferiría comprar sus senos de un cirujano plástico y permanecer en una dosis hormonal que le permitiera funcionar.

           

El primer psicoterapista (el hippie) que consultamos tocante a la disforia de género me causó una buena impresión, pero Danielle no estaba lista todavía para ver a un consejero. Ella sentía que no tenía problemas emocionales, y que sólo deseaba ser una chica. Sin embargo, en este asunto encontramos que no teníamos salida ya que necesitábamos que un consejero nos refiriera a un endocrinólogo para las hormonas y más adelante para la recomendación para cirugía. Aunque pude haber confiado en el primer consejero para que trabajara con Danielle, no podíamos desperdiciar nuestro tiempo con un psicoterapista que no nos pudiera referir a la cirugía, no importaba lo amable que fuera.

 

Después de esperar tres meses sin respuesta del consejero Hunter, lo llamé para preguntarle si había algo más que pudiéramos hacer. Concretó otra cita durante la cual Danielle le informó que sufría de fatiga anormal y que frecuentemente lloraba sin razón aparente. Rechacé la sugerencia de Prozac debido a su re­putación para tratar anomalías mentales y estaba maldispuesta a agregar más drogas a su cuerpo joven. Por las preguntas que hacía, era aparente que no había leído el cuestionario informativo que le habíamos devuelto (junto con $150) tres meses antes. No vi que estuviéramos obteniendo algo que se pudiera llamar "consejería." Nos marchamos sin cita para regresar y sin mencionar si volveríamos a verlo.

 

Danielle deseaba la cirugía, pero yo necesitaba saber el costo aproxi­mado, y si alguien haría el cambio de sexo a un joven tran­sexual. Yo quería un marco de tiempo realista antes de que Danielle se hiciera ilusiones.

 

Supimos que sólo había cuatro o cinco bien conocidos cirujanos de cambio de sexo en los Estados Unidos y el Canadá. Un cirujano no trataba a nadie menor de 21 años. Otro no era muy conocido en nuestra área y había poca información disponible acerca de él. La operación costaba menos en el Canadá pero habíamos escuchado rumores de complicaciones pos-operativas. Este no era el momento para escatimar pues deseaba lo mejor para mi hija. Cuando hablé con transexuales pos-operativas, el Dr. Schrang en Wisconsin recibió de todos sus pacien­tes grandes elogios de su trabajo, y me enteré que había tratado a pacientes más jóvenes. Sentimos que era importante que tuvi­era la operación pronto para darle a Danielle la oportunidad de adaptarse a la vida de adulta joven. Cuando nos comunicamos con el Dr. Schrang y se enteró de las circunstancias, dijo que estaría contento de trabajar con Danielle. Dio un precio que cubriría sus honorarios, la estancia en el hospital y todos los gastos envueltos en la cirugía.

 

Yo había estado sin seguro médico por años apostando que mis hijos y yo evitaríamos cualquier lesión o enfermedad catastrófica. Cuando me enteré de los gastos esperados de la terapia hormonal de Danielle y la cirugía, pregunté acerca de la cobertura de seguro para sus necesidades, aunque sabía que probablemente necesitaría esperar un año para satisfacer un período de espera para condiciones pre-existentes. Varias compañías nunca volvieron a llamarme. La representante de una compañía dijo que el gasto de las hormonas probablemente podría cubrirse con la cooperación del doctor, pero de ninguna manera cubrirían la cirugía.

 

Solicité ayuda de Crippled Children Funds (Fondos para niños lisiados) a través del Estado de California y me enteré que no cubría gastos médicos innecesarios. Hablé con los Shriners y algunos otros grupos que ayudan con necesidades médicas especiales para niños. Fueron muy cor­teses conmigo por teléfono, pero sus organizaciones no cubrían esta situación. Hablé con un grupo que sólo funda gastos médicos para niños que padecen una enfermedad terminal. Hay muchos programas para "sentirse bien" disponibles para adolescentes en un esfuerzo para prevenir el suicidio, el alcohol y el abuso de drogas, pero no había fondos disponibles para mi criatura. Finalmente, supuse que mis recursos financieros cubrirían el costo de la cirugía en uno o dos años si usaba tarjetas de crédito para parte del costo. 

 

Ahora que sabíamos que la cirugía era posible, debíamos proseguir seriamente con la consejería para poder obtener nuestras dos cartas de recomendación.

 

Ya que no había tenido noticias del consejero Hunter en seis meses, llamé para concertar una tercera cita. Esta vez discutimos las pruebas psicológicas que había mencionado previamente a un costo de $700. Las pruebas incluían:

 

MCMI-III (Inventario Multiaxial Clínico Millón.)

Bendar Gestalt

Dibujar una Persona / Familia.

Wechler (Cociente Intelectual)

TAT (Prueba Aperceptual Temática).

Rorschach

MMPI (Inventario Minnesota Multifásico de Personalidad)

 

 

Cuestioné la necesidad de tomar las pruebas, ya que él me había escrito una nota afirmando que: “Danielle parece realmente estable, considerando todas las cosas."  Dijo él, “La prueba no es de aprobarla o reprobarla. Sólo tengo que hacerla para protegerme de demandas.  Todos mis asociados previos han salido de esta profesión por causa de demandas. Mi esposa aplica las pruebas y es una verdadera ganga al precio de $700 que se la estoy dando. En la Universidad le costaría el doble.”

 

De alguna manera todavía me sentía como una víctima. Me estaba sacando el dinero sin darnos consejería. Apreciaba que no nos había hecho esperar durante tres me­ses de consejería antes de mandarnos a un endocrinólogo, y no estaba desperdiciando nuestro tiempo con muchas citas. Pero no estábamos obteniendo ayuda de su parte y parecía que sólo quería dinero.

 

A medida que nos enteramos más de la situación, nos dimos cuenta de que teníamos pocas elecciones. Si íbamos con otro consejero, los seis meses de consejería requerida (a $100 la hora) antes de la cirugía tendrían que comenzar de nuevo. Para ahorrar tiempo, mejor que le pagamos al consejero Hunter los $700, y adelante. Le llamé al consejero y de una forma nada diplomática le dije "Está bien, estoy lista para que me desplume." 

 

Él me llamó para decirme, "En realidad no la quiero como cliente, pero voy a mandar su expediente al consejero Bell".

 

Ya había conocido al consejero Bell cuando asistí a una reunión de apoyo para transexuales, la cual estaba dirigiendo con una asociada, la consejera Jenny. En esa ocasión tuve la oportunidad de preguntarle si había algo más que yo pudiera hacer por Danielle. Dijeron que las cosas iban bien con Danielle y no tenían más consejos que darme. Cuando les dije que sentía que el consejero Hunter no nos estaba ayudando el consejero Bell me dijo que no podría vernos a menos que el Sr. Hunter refiriera a Danielle a él debido a cortesía profesional.

 

Continué asistiendo a las reuniones de apoyo y llegué a ser parte del sistema de apoyo. El consejero Bell sugirió que Danielle asistiera a los grupos de apoyo para que conociera otras como ella. Danielle fue una sola vez. Ella ya había conocido a varias transexuales a quienes yo había invitado a nuestro hogar a charlar y ella y Laura para entonces ya eran fieles amigas.

 

Los consejeros descontinuaron las reuniones al final del verano, pero Danielle continuó viendo al consejero Bell priva­damente. Era un hombre muy callado, de habla suave y lo conocía lo suficiente para sentirme a gusto de que Danielle lo viera sola. Danielle me dijo que tenía que guardar algunas cosas de que hablar durante las sesiones porque el consejero no decía mucho. Danielle siempre se refería al ser transexual como su "situación"--nunca lo llamaba un problema. Después de la primera sesión, el consejero me dijo que Danielle parecía estar bien, y no veía problema en re­ferirla a cirugía al llegar el momento. También arreglaría una segunda opinión por medio de un socio de su consultorio. El consejero Bell creía que las pruebas psicológicas eran innecesarias.

 

Finalmente se fijó la fecha de la cirugía, y tenía­mos la primera carta de recomendacón en el bolsillo. El Dr. Bell nos refirió al consejero Wolf para otra carta, pero eso no era tan sen­cillo como parecía. Nuestro encuentro con el Dr. Wolf está bien documentado en las dos cartas que siguen: 

 

 

Dr. Tim Wolf

Psicoterapia individual, de niños, adolescentes y parejas.

 

5 de Abril de 1996.

Sra. Evelyn...

San Diego, Ca. 92109

 

Referente a: Danielle...

 

Sra...

 

Después de mi evaluación a Danielle el 15 y 29 de marzo de 1996, no voy a recomendarla para Cirugía de Cambio de Sexo. Aunque en el futuro, Danielle puede ser una excelente candidata para CCS, no parece presentar una madurez social y psicológica para tal decisión en este momento.

 

Danielle parece estar experimentando alteraciones de humor, com­portamientos impulsivos, oposicionalismo social y ajuste a sus com­pañeros. Aunque estas características pueden ser apropiadas para el desarrollo psicológico de su edad, pueden nublar su juicio respec­to al futuro.

 

A Danielle se le aplicaron tres subpruebas de la Escala de Inteligencia Wechsler para medir su madurez social. La Weschsler es una prueba de inteligencia estandardizada que toma como norma los jóvenes de 17 años. Sus resultados son los siguientes: Similitudes: Esta es una prueba de habilidad para comprender con­ceptos abstractos, pensamiento lógico y formación de conceptos. En esta prueba, Danielle salió en la escala media. Comprensión: Esta es una prueba de juicio práctico y sentido común repecto respecto a situaciones sociales. En esta subprueba, Danielle sale en la escala media baja.  Arreglo de imágenes: Esta en una prueba de habilidad para planear relacionada con la inteligencia social. En esta prueba la pun­tuación de Danielle es significativamente baja.

 

Yo recomendaría que Danielle espere dos años antes de que tome la decisión de CCS.

 

Atentamente,

 

(firma)

 

Tim Wolf, Ph.D

4525 Park Boulevard, Suite 207. San Diego, Ca. 92116. Tel. (619) 542-0088. 

 

 

 

Dr. Tim Wolf.

Psicoterapía individual, de niños, adolescentes y parejas.

4525 Park Boulevard, Suite 207

San Diego, Ca. 92116

 

Necesito tratar varios asuntos con Ud. acerca de la Disforia del Género de adolescentes y mi adolescente en particular. Estos son los hechos como Danielle y yo los percibimos en nuestros encuentros el 15 y 29 de marzo.

 

Nos refirió a Ud. el Dr. Chris Beletsis para una carta de segunda opinión para la cirugía CCS. Citó un mínimo de 2 horas a $ 90 la hora y $ 25 por una carta. Llenamos las formas usuales de consentimiento, Ud. dijo que haría algunas pruebas con Danielle, y Ud. dijo que se pondría en contacto con nosotras para concertar una segunda cita.

 

Después de la primera cita, Danielle me dijo que había hablado con Ud. unos minutos y luego había hecho cierto tipo de pruebas bobas en que Ud. le hacía preguntas sobre situaciones hipotéticas, además de poner en orden imágenes, las cuales ella sintió que podrían haber sido colocadas correctamente en varios órdenes dependiendo de raciocinios alternativos.

 

Ya que Ud. no pareció necesitar mi opi­nión en la primera cita, ella sintió que podía ir sola a la segunda cita y yo no perdería tiempo del trabajo.

 

Ella me llamó como a las 4:30 de la tarde des­pués de su segunda cita, que no duró ni media hora, para contarme de su segunda experiencia con Ud. Ella sabiamente esperó hasta que mi día de trabajo casi había terminado porque sabía que yo estaría disgustada. Ella dice que Ud. le dijo que no creía que nadie menor de 21 años debería tener cirugía CCS, pero que Ud. podría considerarlo si en las pruebas saliera superior al promedio. Entonces Ud. le dijo que sus resultados mostraban que ella era de inteligencia inferior al promedio.

 

Llamé y le pedí un resumen escrito de su eva­luación a Danielle, lo cual Ud. envió. En la carta Ud. dijo, "Danielle parece estar experimentando alteraciones de humor, impulsividad de comportamiento, oposicionalismo social y ajuste a sus compañeros." Y Ud. recomendó que esperara 2 años antes de tomar una decisión sobre CCS. 

 

Danielle ha tenido una incapacidad de apren­dizaje con la que hemos estado tratando por muchos años. He trabajado muy duro para mantener una autoestima positiva res­pecto a su inteligencia. A sus dos hermanos mayores siempre les ha ido muy bien académicamente y ella se sentía mal porque no podía igualarlos. Yo siempre resaltaba otros talentos que tiene. Desde su transición ha progresado asombrosamente en sus habilidades académicas y se había sentido muy bien de sí misma. Ella se sintió aplastada al decirle Ud. que ella fuera de inteligencia inferior al promedio. Se sintió muy desalentada de pensar en enfrentarse a 2 hasta 4 años más de tener que esconderse el pene, de tener que tomar cantidades industriales de hormo­nas (que ella misma sabe que alteran su carácter y físicamente le provocan náuseas), de pensar que no pueda concertar citas como lo están haciendo sus compañeras, y de sentir el temor de ser descubierta. Una adolescente con menos madurez habría pensado en suicidarse.

 

1. Ud. sabía que tenía 17 años cuando vinimos a verlo. Usted debió haber sido sincero con nosotras acerca de su aparente creencia preconcebida que nadie menor de 21 años debe tener la cirugía.

 

2. Yo pensaba que Ud. iba a basar su decisión en una entrevista con ella, no en pruebas estandardizadas. No sabía que con las pruebas estandardizadas hubiera una situación de aprobar o reprobar.

 

3. Yo pensaba que Ud. entendía que personas bajo grandes dosis de hormonas son emotivas e impulsivas. Es el equi­valente del síndrome premenstrual o peor.

 

4. Si Ud. siquiera hubiera hablado conmigo, habría com­prendido que ella heredó el oposicionalismo social de mí.  Esto explica porque le va tan bien en la situación en que se encuentra. Siempre he promovido los conceptos de ser un individuo, cuestionar la autoridad, y dejar de prestar atención a lo que los demás puedan pensar.

 

5. Ud. nunca le debió decir a una adolescente que está luchando con tantos otros asuntos que es de inteligencia inferior al promedio. Eso para mí es imperdonable. Espe­cialmente cuando Ud. supuestamente es un experto en psicoterapia de adolescentes y parejas. Lamento haber expuesto a mi adolescente a Ud. Ud. hizo más daño que bien. Varias veces desde que se entrevistó con usted, ella me ha pedido que le asegure que realmente es inteli­gente. ¡Qué vergüenza!

 

6. Si Ud. tan siquiera hubiera tomado el tiempo de cono­cerla personalmente, en vez de basar su opinión en prue­bas, usted habría entendido que se está desenvolviendo bien tomando en cuenta las circunstancias. Asiste a una escuela preparatoria regular con calificaciones encima del prome­dio. No usa drogas, no fuma ni toma. Tiene un empleo en Planned Parenthood (Paternidad Planificada) aseso­rando a jóvenes de su edad. Con frecuencia tengo que pasar la noche fuera de la ciudad y ella es lo suficiente respon­sable para quedarse sola sin meterse en dificultades. Siento que es muy sabia para su edad por las introspec­ciones que expresa al lidiar con su situación y con el mundo real que la rodea, y estas no son situaciones hipotéticas.

 

7. Mi hija y yo somos bien conocidas y respetadas en la comunidad transgénero y nuestras opiniones cuentan. Una copia de esta carta será distribuida ampliamente. Su nombre irá en la lista de aquellos que toman ventaja de nuestra comunidad y que están enriqueciéndose de nosotros.

 

[Evelyn…

 

 

* . * . * . * . *

 

 

 Nunca respondió a mi carta.

 

Cuando me quejé al Consejo Médico Estatal acerca del Dr. Wolf, me enteré que había completado los estudios para su doctorado, pero con ese grado no tenía licencia para practicar psicología.

 

Las normas de cuidado de Harry Benjamin dicen que un psicoterapista con conocimiento de las normas y de transexualismo podrá ayudar durante el proceso de una transición de género. En el caso de Danielle, encontramos que la mayoría de los psicoterapistas parecen estar allí para impedir el progreso en vez de ayudar. Los consejeros, que admitieron tener muy poca experiencia con transexuales adolescentes, de todas maneras estaban dispuestos a cobrar como si fueran expertos. A ninguno de los consejeros parecía importarles lo que yo pensaba, y trataban de no hacer caso de mí, tal vez con la esperanza de que me fuera.

 

La fecha de la cirugía se aproximaba rápi­damente y la situación se volvía desesperante. Todavía no tenía­mos una segunda carta de recomendación y yo nunca—jamás--deseaba consultar a otro consejero, pero no teníamos alternativa.

 

Con lágrimas le mostré a la consejera Jenny la carta del Dr. Wolf. Ella y yo habíamos sido oradoras en varias ocasio­nes en el Departamento de Oradores Educacionales y una vez investigamos juntas una escuela alternativa para Danielle en otra ciudad, por lo que ella conocía tanto a Danielle como a mí. Consideró el asunto cuidadosamente y decidió que pro­bablemente ella podría escribir una carta para la cirugía aunque nunca lo había hecho antes. Nos sentimos aliviadas cuando escribió la carta de segunda opinión para nosotras después de una sola sesión con Danielle.

 

Había otros consejeros en nuestra comuni­dad. Una creía en la teoría de la crianza, es decir que un padre ausente y una madre dominante, o una madre que en realidad quería una niña, conducía al transexualismo, con lo cual yo no estaba de acuerdo. Ella creía que las transexuales son todas homosexuales que no se pueden aceptarse como gays. Esta es una teoría anticuada pues ahora se comprende que la orientación sexual y la identidad de género son dos asuntos en­teramente distintos, así que algunas transexuales buscan una pareja del mismo sexo al que pertenecen después de la cirugía. Algunos consejeros creen que la disforia de género, cuando ocurre en los niños más pequeños, suele ser nada más que una fase. Me pregunto si sólo es una fase o si los niños muy pronto aprenden a ocultar los sentimientos que los demás desaprueban.

 

En este mundo, deben de existir buenos con­sejeros a quienes realmente les importa que ayuden a la comunidad transexual resolver sus asuntos. Debido a que las normas de cuidado de la HBIGDA (Asociación Internacional de Disforia de Género Harry Benjamin) requieren consejería como preparación para la cirugía, los transexuales se vuelven instrumentos en el juego de conflicto de intereses. Los profesionales calificados para ejercer la consejería, y quienes están para ganar económicamente, mantienen y emendan las normas de forma continua. Aunque la consejería antes de una decisión importante, como lo es la cirugía de cambio de sexo, pueda ser beneficiosa, también sería beneficiosa antes del matrimonio y tener hijos. Los beneficios de la consejería son cuestionables porque los transexuales pronto aprenden a dar las respuestas que el consejero desea escuchar.

 

 

 

 

Las Normas de Cuidado de Harry Benjamin

 

 

 

Espero ver que las normas de la HBIGDA cambien en el futuro para tomar en cuenta que algunas tran­sexuales (y tal vez la mayoría) no están desequilibradas psi­cológicamente. Si las transexuales estuvieran impedidas psi­cológicamente probablemente no podrían obtener dinero suficiente para la cirugía. Y no hay prueba de que una transexual con aparentes problemas psicológicos estaría peor después de la cirugía.

 

He tenido correspondencia recientemente con el psicoterapista Jude Patton quien dijo: "No soy en lo abso­luto como otros psicoterapistas que Ud. ha conocido, como ni lo son otros terapéutas experimentados que tratan con asuntos de género. Puede que yo tenga ventaja en empatía, porque soy tanto un profesional como un igual (por más de 25 años he sido transexual pos-operativo de mujer a hombre). Mis propios cuidadores ciertamente relajaron las reglas para que yo conseguiera el cuidado que necesitaba por aquel entonces, y nunca lo he olvidado.

 

El explicó: "Cada cliente debe ser el capi­tán de su propio barco con el psicoterapista actuando como un navegante. No debe ser un portero, sino un guía, educador, sistema de apoyo y defensor. Las metas del tratamiento deben ser un esfuerzo en común de cliente y psicoterapista con el cliente como socio pleno en la planeación del tratamiento.

 

Estoy plenamente de acuerdo con esa filo­sofía y creo que hay quienes que no necesitan psicoterapia emo­cional durante el proceso de transición de género, especialmente si tienen familiares y amigos que los apoyen.

 

Un amigo me prestó un videocasete que mostraba el procedimiento planeado por el Dr. Schrang para el cambio de sexo. Le dije a Danielle que lo tenía, pero dudaba que quisiera verlo, pero estaba equivocada y ella esta­ba muy interesada. Yo era quien no quería enterarme de los detalles de la cirugía, pero creía que yo debía verla junto con ella en caso de que tuviera preguntas. Cuando miramos el video, se volvió absorta, e incluso rebobinó la película para ver varios segmentos una segunda vez para estar segura que había enten­dido todo. No me impresionaron las fotos que mostraban los resultados finales, pero Danielle comentó: "Todo quedó tan limpio y arreglado después. Todo desapareció."

 

Entonces el Dr. Schrang nos presentó otro obstá­culo--no operaría a Danielle sin el consentimiento firmado de ambos padres, o de uno de los padres con custodia total. Mi matrimonio y mi divorcio habían tomado lugar en México donde el asunto de la custodia nunca se consignó. Danielle había vivido conmigo desde que tenía dos años y yo había pagado las cuentas, por lo que supuse que era mía. Según se dice, "la posesión es nueve décimas de la ley." Busqué el consejo de un amigo abogado tocante al costo y las ramificaciones de obtener una orden de custodia legal. Con tal orden, a lo mejor podría cobrar la mensualidad del niño por todos los años pasados, aunque siendo realista, no había más esperanza de obte­ner ayuda económica de su padre ahora que había en el pasado. Me enteré que la orden para custodia total, aún cuando no se protes­tara, probablemente me costaría $400 o más.

 

La mejor manera sería que el padre firmara el permiso para la cirugía, pero no sería necesariamente la manera más fácil ya que todavía estaba disgustado que su hijo estaba viviendo como una chica. Sin mucha esperanza, le llamé para intentarlo. Cuando se rehusó firmar, le rogué, amenacé y traté cada ángulo.

 

"Iré al tribunal y obtendré custodia total", le dije, "aún que me cueste dinero".

 

Él dijo: "Voy a disputar al orden del tribunal."

 

"Todo bien, porque entonces el juez te hará pagar la mensualidad del niño por todos los años que no has pagado nada."

 

Si él pensaba que merecía tener un voto acerca del futuro de Danielle, tendría que pagar por el privilegio. Al día si­guiente me llamó para decir que estaba listo para firmar los papeles, y hice arreglos para encontrarme con él en un escritorio público antes que cambiara de parecer. Con la firma de su padre en la mano, Danielle y yo habíamos avanzado un gran trecho.

 

Programamos la cirugía para principios del verano de 1996 entre su penúltimo y último año de la escuela preparatoria cuando tendría 17 años y medio. Habrían pasado dos años entre el momento que me enteré que era transexual y el tiempo de la cirugía, y supo­nía que habríamos terminado la consejería requerida.

 

Danielle tenía un novio fijo para fines de su segundo año de la escuela preparatoria mientras nos preparábamos para la cirugía. Con frecuencia pasaba el tiempo en nuestra casa, porque la vida con su propia familia aparentemente era difícil. Esto para mí no era un problema porque el joven me agradaba. La llevó al baile de gala de su escuela e in­cluso pasó la noche varias veces en nuestra casa. A medida que hi­cimos arreglos para ir a Wisconsin para la cirugía, ella finalmente le reveló la verdad. Ella no podía mentirle porque iba a estar fuera dos semanas y luego recuperándose durante otras semanas más. Él estuvo callado y retraído por mucho tiempo y luego comentó que sólo la hacía más interesante para él.

 

Cuando le dijo a otro chico con que salía, dejó de salir con ella en el sentido romántico pero continuó siendo su amigo. Algunos chicos habían perdido interés en ella porque era recatada y no permitía que la manosearan. Nunca sufrió violencia por ser transexual, aunque tuvo que huir de una situación en México porque un tipo pensó que podía salirse con la suya con esta jovencita.

 

Tuve que trabajar largas horas extras antes de irnos a Wisconsin para poder estar lejos durante las dos semanas reque­ridas para la cirugía. Podía sentir las consecuencias del estrés du­rante los últimos preparativos. Danielle estaba emocionada al acer­carse la fecha, pero parecía bastante calmada. Sin embargo, durante las últimas dos semanas antes de partir, tuvo varios ataques de ansie­dad. Continuaba explorando mi alma preguntándome si esta cirugía era lo correcto a hacer.

 

Durante nuestro vuelo a Wisconsin, pensaba en las se­rias consecuencias de nuestro viaje. Las demás personas en el avión no tenían idea que esta hermosa adolescente iba rumbo a un hospital para una cirugía muy complicada para poder alcanzar paz interna. Me preguntaba lo que otros padres pensarían de mí por facilitar la cirugía de cambio de sexo. Podría haber complicaciones y eso también me preocupaba. Todo el día estuve al borde de las lágrimas, pero no quería que Danielle se enterara que yo estaba estresada. Sería incorrecto de mi parte aumentar la ansiedad posible que ya pudiera tener. Danie­lle parecía calmada, pero luego me enteré que me había ocultado su ansiedad.

 

Aterrizamos en el enorme aeropuerto en Minneapolis/St. Paul con sólo unos minutos antes de nuestro vuelo a Appleton en Wisconsin. Al dejar el avión, la aeromoza nos dirigió a nuestra puerta de salida al otro extremo del aeropuerto. Danielle se adelantó para documen­tarnos porque ella podía llegar allá más rápidamente que yo. Cuando la alcancé, ella teniá malas noticias--la salida que queríamos en realidad estaba atrás de donde veníamos, cerca a nuestra puerta de llegada. Yo sabía que era demasiado tarde para llegar allá, pero Danielle se adelantó para hacer arreglos en caso de que el avión estuviera retrasado. Los pensamientos que cruzaban por mi mente no son aptos para imprimirse. ¿Por qué ha de ser tan difícil cambiar de aviones? Condené a las aerolíneas y a muchas otras personas y cosas al ir maldiciendo y llorando por el largo camino de regreso adonde comenzamos.

 

Como lo había temido, cuando llegamos a la puerta correcta, habíamos perdido el avión. Me eché en una banca y me desmoroné. Le dije a Danielle que no podía hacerlo--me iba a casa. Ahuyentó al solícito personal del aeropuerto, me calmó, fue por los boletos para un vuelo más tarde y luego a comer y ver las tiendas de regalos del aeropuerto.

 

Mi familia y muchos conocidos me habían admirado por mantener una actitud calmada y razonable a lo largo de toda esta situación de cambio de género. Me alegraba que no pudieran verme en un charco de lágrimas en el aeropuerto. Aunque sabía que había estado bajo estrés, no me había dado cuenta hasta qué punto. Uno de mis lemas es "Échate a llorar un rato, luego junta los peda­zos y sigue adelante." Este sistema de manejar el estrés había fun­cionado antes y también ahora. Después de llorar un buen rato, recobré la calma y continuamos rumbo a Appleton.

 

Una vez en nuestro auto alquilado, no fue difícil lo­calizar el consultorio del Dr. Schrang, el hospital, el centro comercial y el motel en la pequeña ciudad. Después de instalarnos, fuimos a un restaurante local para la última comida de Danielle antes de la cirugía.

 

Cuando nos encontramos con el Dr. Schrang en su consultorio la mañana siguiente, estuvo muy agradable. Al ser Danielle la paciente, apropiadamente se dirigió a ella casi como si yo no fuera presente. Él enfatizó que la operación propuesta no cambiaría la manera en que el mundo la trataría, ni cambiaría mágicamente su vida, ni solucionaría todos sus problemas. Danielle debe seguir cuidadosamente todas las instrucciones pos-operativas, y tomar responsabilidad de "cuidarse." Él podría hacer la cirugía pero estaba en ella que el resultado fuera un éxito.

 

Después de inscribirnos en el hospital, paseamos por el piso donde se alojaban los pacientes de cambio de sexo. Al final de un pasillo se encontraba una sala de estar con vista al río Fox, una área pacífica que se convirtió en mi lugar favori­to. Conocimos a Gloria, la compañera de cuarto de Danielle quien acababa de regresar de la cirugía, y su muy atenta esposa. Estaban impresionadas con la juventud y belleza de Danielle. Durante los siguientes diez días nos volvimos muy unidos a ellos mientras nos animaban y ayudaban. Descubrimos que la mayoría de las transexuales en el pabellón de cirugía estaban solas, sin nadie que las apoyara durante esa penosa prueba.

 

Danielle parecía estar calmada y sin miedo a lo largo de los prepara­tivos necesarios esa tarde y la mañana siguiente, y se fue a cirugía sin haber expresado miedo, sino sólo esperando el futuro con placer anticipado.

 

(Había planeado darle este poema/oración al cirujano pero perdí el valor.) 

 

"BENDITO SEA

 

Que sea bendito al corregir las formas errantes de la Madre Naturaleza.

 

Que sus manos sean seguras al realizar su trabajo artístico que puede ser visto por pocos.

 

Que sus ojos sean claros al poner los toques finales en la vida de nuestra amada.

 

Que su mente sea aguda al tomar sus decisiones maestras.

 

Bendito sea al cuidar de ellos incomprendidos por muchos y amados por pocos.

 

 

*  .* . * . *.  *

 

 

Relatos paso a paso del proceso de la cirugía están disponibles de otras fuentes, por lo que no incluiré esa información técnica aquí.

 

Mi mamá llegó mientras Danielle todavía estaba en la cirugía y para pasar el tiempo hablábamos y armábamos un rompeca­bezas en la sala de espera. Había traí­do el rompecabezas conmigo porque sabía que no podría concentrarme en la lectura, y armar rompecabezas siem­pre ha sido un pasatiempo muy relajante y reposado para mí. Mi mente estaba con Danielle y lo que le estaban ha­ciendo, pero la suerte estaba echada y ahora teníamos que lidiar con los resultados de nuestras decisiones.

 

La llevaron a su cuarto, y al salir de la niebla de la anestesia general, me preguntó "¿Ya terminó todo?”

 

Cuando dije "Sí," ella sonrió de oreja a oreja. Se veía muy pálida, y vi que estaba atada a tantas sondas y alambres que era penoso para mí y empecé a llorar pues una madre sufre también cuando sus hijos pasan do­lor. Sabía bien que este dolor era temporal y mucho mejor que la angustia mental y la miseria de alma que había sufrido durante los años que había sido encerrada en el cuerpo equivocado. La esposa de Gloria y otras personas pensaron que yo lloraba porque ya no iba a tener a mi hijo. Me aseguraron que mi hijo no se había ido, sino que estaba todavía allí como una persona nueva y más feliz, pero ya había aceptado esta nueva persona y casi había olvidado que alguna vez había sido otra cosa que una maravillosa hija.

 

 

 

 

Sonrió de oreja a oreja

 

 

 

Los días siguientes fueron bastante ásperos para nosotras. Pensé que podría sentarme y escribir bastante de este libro mientras ella dormía, pero no había mucho tiem­po para descansar porque necesitaba ayuda con tantas peque­ñeces. Había muchas llamadas telefónicas de amigos deseán­dole lo mejor así como flores de amistades en California y otros lugares. Incluso recibimos una llamada de una joven transexual a quien habíamos conocido en el internet y quien pronto tendría la cirugía. Danielle no parecía comprender el tremendo recibimiento de amor y esperanza para ella. Yo sentía como si ella fuera la chica de póster de la comunidad transexual. Danielle tenía una oportunidad de que muchas sólo sueñan, el apoyo de su familia, y la cirugía de joven. Todas esas ventajas no estaban perdidas en Danielle, ya que me expresaba repetidamente su gratitud, y su agradecimiento de poder tener la cirugía.

 

Su abuela se quedó dos días después de la cirugía y le regaló a Danielle un osito para que lo abrazara, lo cual parecía reconfortarla. 

 

* . * . * . * . *

 

 

Gloria, la compañera de cuarto de Danielle le escribió un poema:
HOY SOMOS MARIPOSAS

Hemos viajado nuestros respectivos caminos como orugas, consumimos toda la información que pudimos sobre nuestras vidas confundidas y aprendimos y crecimos.

 

Finalmente nuestros caminos que hemos viajado se han juntado para nuestro viaje final. Hilamos nuestros capu­llos y con muchos cuidados y amor entramos en la etapa de pupa. Y por medio de las manos diestras de un médico pudi­mos deshacernos de nuestros lazos de pupa y al fin nacimos para vivir las vidas que debemos vivir.

 

Al secar nuestras alas y nos preparamos para avan­zar en nuestras nuevas vidas como hermosas mariposas ha­cemos una pausa para dar gracias.

 

 

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Danielle sufrió de vómito pos-operativo, lo que no era serio, pero perdió suficiente sangre durante los siguien­tes días por lo que tuvieron que darle tres unidades por transfusión. Aunque muchas personas ofrecieron donarle san­gre, las instalaciones no participaban en un programa de do­nador; sin embargo, el costo de la transfusión fue pequeño. El Dr. Schrang hacía las cosas muy rápidamente sin expli­cárselas a Danielle de antemano. No me dijo más de dos palabras durante los nueve días que estuvimos ahí. Tenía la impresión de que para él éramos cuerpos sin nombre ni caras. Iba y venía tan rápidamente, así que bromeábamos de que la única razón que sabíamos que había estado ahí era el aroma que quedaba de su colonia. Las enfermeras eran muy atentas y apreciábamos su ayuda.

 

Al regresar al motel, uno de los dos en el pueblo, Danielle empezó el proceso de dilatar con frecuencia la nueva vagina siguiendo meticulosamente las instrucciones del doctor. Hubiera sido casi imposible para Danielle habérselo arreglado sola. Salir a conseguir suministros y encontrar comida que Danielle tuviera ganas de comer me mantenía ocupada. Ya que Danielle había tenido que permanecer boca arriba en cama durante siete días en el hospital, llevó varios días desenmarañarle el cabello. Des­pués de un rato empecé a sufrir de claustrofobia. Después de volver a ver al médico nos sentíamos contentas de ir rumbo a casa.

 

El viaje a casa fue largo y agotador. El novio de Danielle nos encontró en el aeropuerto para ayudarla a llegar a casa y dejarla instalada. Danielle se encontraba demasiada cansada para efectuar la dilatación esa noche y deseaba abandonarla por completo, pero después de un buen descanso estuvo lista para continuar con el exigente horario. Durante las siguientes tres semanas pasó su tiem­po cuidándose según las instrucciones del cirujano. Sólo podía salir de la casa durante una hora más o menos entre dilataciones, y cuando su novio y otros vinieron de visita ella tenía poco tiempo de pasar con ellos porque ella debía re­gresar a su habitación a dilatarse. Hubo una infección en el sitio donde había estado una sutura de alambre ajustada y aún tiene la cicatriz en esa área, la cual está bien cubier­ta ahora de vello púbico. Las cicatrices en los sitios donantes de piel en las caderas en ambos lados eran mucho más grandes de lo que había esperado, pero a ella no parecía importarle. Yo me sentía satisfecha del resultado visual de la cirugía vaginal por lo menos desde una mirada casual. Danielle paseaba desnuda con frecuencia por la casa para disfrutar la manera que sentía sin "eso" allá abajo. Otra cirugía (la labioplastia) sería necesaria en una fecha futura para dar los toques cosméticos finales al área genital.

 

Después de un mes de dilataciones, Danielle debía pasar a usar un dilatador de circunferencia mayor. El cirujano nos había dado un folleto que ofrecía cinco dilatadores en dimensiones graduadas por noventa dólares. Estos dilatadores eran sólidos y no vibraban, y dos de ellos eran más pequeños de lo necesario. Puesto que sabía que podía comprar dilatadores de muchos tipos y formas en la tienda de libros para adultos en nuestra área, no compramos el juego caro. Después de comprar dos vibradores diferen­tes que no cumplían los deseos de Danielle en cuanto a forma o color o alguna otra cosa, me rendí ante la frustración y le dije que no entendía lo que quería. Ella dijo que compraría lo que tenía en mente. Tan sólo tenía 17 años y no se le per­mitía entrar en tales tiendas, pero se dispuso a ir de todas formas con la advertencia de no dar mi nombre si la descu­brían. Se puso su atuendo más "maduro" y continuó su mi­sión. Encontró lo que buscaba en la tienda y le preguntó al cajero si sabía la circunferencia del dilatador que había escogido para asegurarse de que era más grande que él que ya tenía en casa. Fue a revisar el catálogo y regresó para anunciar en voz alta en medio de la tienda: "un tamaño que le quede a todas." Pagó su compra y nadie le preguntó su edad ni pidió identificación. No fue hasta que tenía cuarenta años que yo tuve suficiente valor para entrar a una tienda para adultos.

 

 

* . * . * . * . *

 

En el Canadá ambas cirugías (vaginoplastia y labioplastia) se hacen durante una sola operación y no necesitan usar piel de donante. Laura tuvo su cirugía allí más tarde con una recuperación muy rápida, un programa de dilatación menos vigoroso y magníficos resultados. Algunas de nuestra comunidad han ido a Oregon recientemente con buenos resultados. El Dr. Schrang requirió el tiempo en cama más largo y el plan de dilatación más riguroso, pero los resultados de otros cirujanos parecen ser igual de satisfactorios. Tanto el Canadá como Oregon tienen instalaciones residenciales para cuidado pos-operativo, lo cual es importante con­siderar para alguien que viaje sola.

 

Todas las transexuales que he conocido es­tán tan agradecidas por la cirugía que se deshacen en elogios acerca de la maravillosa experiencia y se encuen­tran felices con los resultados. Pronto olvidan cualquier complicación o disgusto que haya acompañado la experiencia. Yo lo llame el "Síndrome del Salvador"--ponen al cirujano en un pedestal y no siempre son objetivas acerca de la experiencia de la cirugía.

 

Tomé la mejor decisión posible con la infor­mación que tenía en la hora, pero si tuviera que ha­cerlo de nuevo, tal vez los resultados serían diferentes. Los cirujanos siempre están tratando de mejorar su desem­peño basándose en conocimiento más avanzado y por medio de experimentar con diferentes técnicas.

 

La terapia hormonal de Danielle continuó causándole altibajos mentales y emocionales que eran muy angustiosas. Hicimos lo que pudimos para tratar de estabilizar sus emociones, incluyendo una buena dieta, mucho descanso, una actitud positiva y remedios naturales. Finalmente, después que nada más parecía funcionar y después de bastante investigación la animé a que probara el Prozac aunque no habíamos querido usarlo antes porque creía el mito que la gente que usa Prozac está loca. Le ha ayudado a calmar su ansiedad y con sus sentimientos abrumadores.

 

En la Navidad, Danielle y yo fuimos a visitar a Ben. Ya era estudiante de segundo año en una universidad en Flagstaff y compartía un condominio de tres recámaras con otro joven. Danielle y Ben disfrutaban de estar juntos mientras esquiaban, salían de compras y veían películas durante las cortas vacaciones. Su hermano mayor era galante, protector y orgulloso de su hermana. Conspiraron juntos y propusieron un plan. Danielle se mudaría a Fla­gstaff para empezar de nuevo donde nadie la conocía, y Ben pensaba que sería bueno tenerla como su tercera com­pañera de cuarto. Ben no lo admitía, pero probablemente se sen­tía sólo y le extrañaba la familia.

 

Aunque yo había anhelado el día en que mis hijos estuvieran grandes para poder recuperar algo de libertad y privacidad en mi vida, por AHORA no estaba preparada. Pero podía ver la emoción y aventura en sus ojos, y después de platicarlo bas­tante, decidí no dejar que mis sentimientos retrasaran la búsqueda de mis hijos de felicidad y de un futuro. Era enternece­dor para mí ver que se desarrollaba un nuevo lazo entre ellos.

 

Sabía en mí corazón que para Danielle esta sería una mudanza positiva pues acababa de cumplir 18 años y daba muchas muestras de querer formar su nido. Si ella podía cocinar y limpiar para estos chicos, podría posponerse el tiempo en que cayera en quehaceres domésticos con un novio. Ella y su novio previo habían separado sus caminos cuando ella se volvió ocupada con su escuela preparatoria y él se había ido a la universidad. Había otra razón obligatoria para que se mudara. Mis esfuer­zos activistas en la comunidad transgénero le dieron poca oportunidad de olvidar la penosa prueba que había atravesado al establecerse en su nueva vida como una chica. Yo había visto otras mujeres transgénero dejar la comunidad después de la cirugía para mezclarse en la sociedad y proseguir la vida como mujeres. Después de todo, el propósito de la ciru­gía de Danielle era poder vivir como una chica adolescente.

 

Poco después de regresar a casa de las vacaciones navideñas, Danielle empacó todas sus pertenencias en una camioneta: una televisión, su bicicleta, su cama femenina, y muchos de nuestros artículos de cocina, una bolsa de basu­ra grande llena de zapatos (una verdadera mujer) y más co­sas que posiblemente pudiera necesitar.

 

"Puedes volver a casa siempre que desees," le dije, "pero sólo puedes tra­er una sola maleta."

 

Danielle desapareció como una nómada en el desierto con su camioneta llena de todo lo que poseía. Me llamó varias veces a lo largo del camino pero se le olvidó llamarme cuando llegó segura. Ese fue un día muy largo para mí y para las cuerdas pocas usadas de mi mandil. Al principio la llamaba diariamente, pero iba dejando gradualmente la costumbre a me­dida que se volvía más y más difícil encontrarla en casa entre la escuela y las actividades sociales. Danielle se ha­bía ido por ahora y me mudé a un pequeño apartamento estudio.

 

 

 

 

Sólo puedes traer una sola maleta

 

 

 

Debido a que tuvo que tomar dosis tan pequeñas de hormonas debido a las emociones, Danielle no había desarrollado mucho busto. A los 18 años aún no tenía lo suficiente para que se le notara. Hay quienes piensan que los senos lle­garán si se espera lo suficiente. Hay quienes están seguros que hay alguna combinación mágica de hormonas que produzca senos. Hay aquellos que piensan que estar plana está bien, pero Danielle de veras quería senos. Yo recuerdo cuánto deseaba tener senos cuando era adolescente, pero no fue hasta que empecé a tener hijos que se desarrollaron. Puesto que eso no era una opción para Danielle, deci­dimos seguir adelante con los implantes de senos durante el verano siguiente. Ella hizo todos los arreglos para la cirugía después de consultar con varios cirujanos plásticos en Phoenix. Un cirujano exigía una evaluación psicológica actual, lo que pensé que injusto ya que todas las demás pueden tener cirugía para aumentar el busto a la orden. Probablemente algunas mujeres necesiten consejería para descubrir porque sean tan importantes para ellas unos senos enormes. ¿Por qué ha de suponerse que las transexuales son desequilibradas sólo porque desean tener senos?

 

Fui a Phoenix para estar con ella antes y después de la cirugía. De nuevo fue muy valiente y nunca se quejó. Al salir de la anestesia, dijo cosas divertidas: "Silencio. Estás hablando muy alto. No me toques. Ya no quiero mis senos porque duelen." Luego se disculpó por ser descortés. No sabía yo porqué pensaba que había sido descortés, pero más tarde dijo que sentía habernos dicho que nos calláramos y que la dejáramos en paz.

 

La cirugía se hizo mediante consulta exter­na, por lo que regresamos a nuestro motel en Phoenix algunas horas después que la terminaron. Esos dos días en el motel fueron muy largos e incómodos para ella porque tuvo problemas de mantener comida y líquidos en el estómago; sin embargo, necesitaba comer algo al tomar las pastillas para calmar el severo dolor. Cada vez que necesitaba moverse, tenía que ayudarla a cam­biar de posición, y reacomodar la bolsa de hielo en sus nuevos senos para bajar la hinchazón. Sólo dormía más o menos una hora a la vez. Su hermano se ofreció a cuidarla después de la cirugía, pero me sentía contenta de estar ahí aunque necesitaba más atención que yo había anticipado. Pero lo logramos.

 

Ahora está feliz con su cuerpo que com­bina con su mente, y yo me siento feliz que pudimos hacer todas las cosas para hacerla una chica.

 

Danielle continuó viviendo en Flagstaff con Ben y empezó su último año de la escuela preparatoria allí. Un día mi beeper mostró un número que no reconocí de un lugar de Arizona. Mientras marcaba el número, pasó por mi mente, “la policía, el hospital, un accidente.” Era que el vicedirector de la escuela preparatoria de Danielle deseaba hablar conmigo.

 

"¿Es esta la madre de Danielle?" preguntó.

 

"Sí."

 

"Sólo deseo confirmar algo que Danielle dijo en clase hoy."

 

"Sí." dije en la expectativa.

 

"Hoy le dijo a su clase que tuvo una operación de cambio de sexo."

 

"¡¡Ayyy chingado!!"

 

" Bueno,” dijo riéndose, “Yo creo que eso lo confirma."

 

Le pregunté, "¿Sabe cómo fue que sucedió esto?

 

Dijo él: "Ha habido rumores y evidentemente ella sintió que era el momento apropiado para informar a la gente acerca de su pasado para que salieran de su asombro y dejaran de murmurar."

 

"Desearía que no les hubiera contado a todos," dije yo.

 

"Ella tiene el derecho de contarles. Tiene el de­recho de estar segura en esta escuela y de terminar sus estudios aquí. Nos cae muy bien y vamos a ayu­darle en lo que podamos. Vamos a guardar su confi­dencia en caso que la prensa o algunos padres pregunten acerca de ella. Vamos a asegurarnos que no se burlen de ella y que no la acosen en estos terrenos. Ya le hablé acerca de no aislarse. ¿Piensa Ud. que es lo suficiente fuerte para manejar esto?”

 

"Algunos días es más fuerte que otros," le dije con toda honestidad.  "Le llamaré y hablaré con ella."

 

Le di las gracias profusamente por su comprensión y ayuda y le dije que me pondría en contacto con él. Se me revolvía el estómago. ¿No po­dría nunca alejarse del pasado? ¿Había sido en vano mudarse a Flagstaff? Si tuviera que mudarse de nuevo, todavía había David que se encontraba en San José. Se había mudado allá por un buen trabajo después de graduarse de la universidad, el mismo año en que Ben se había graduado de la preparatoria.

 

Después que me habló el vicedirector, desapareció cualquier esperanza de concentrarme en mí trabajo durante ese día, por lo que de inme­diato llamé a Danielle. Me dijo que no me había llamado para no preocuparme. "De todas maneras," me aseguró, "no tiene importancia."

 

Me contó más acerca de las circunstancias que la llevaron a su revelación. Recientemente se había percatado de rumores acerca de ella. Una chica le había preguntado si había tenido una ope­ración de cambio de sexo. Danielle replicó: "Es una estupidez hacerle esa pregunta a cualquiera." Para un lección de la clase de sociología escribió una autobiografía, pero sin revelar la verdad, ella sa­bía que no tenía sentido. La entristecía no poder revelar su propio ser, especialmente al recibir una D (baja calificación) en esa lección. Después de considerarlo mucho, y por sí sola, decidió pedirle a una maestra substituta permiso para anunciar algo un poco antes del final de la clase. Fue entonces que les contó su historia a sus compañeros y su maes­tra, y luego se marchó de inmediato pues era casi el final día escolar.

 

Después de cinco minutos la historia se había desparramado por toda la escuela. Tan pronto como se enteraron el director y el vicedirector la visitaron en casa para ver que estuviera bien y que no estuviera sola. Ben ya estaba allá porque una amiga de Danielle había llamado para ponerlo sobre aviso de que Danie­lle podría necesitarlo. Los representantes de la escuela hablaron con Ben y Danielle por un rato, luego regresaron a la escuela, y fue entonces que el vicedirector me llamó. Aún después de hablar con mis hijos, todavía le era difícil creer que Danielle hubiera sido alguna vez un chico.

 

Mientras me contaba todo lo que había sucedido, me seguía tranquilizando. "No tiene importancia, todo va a estar bien, no te preocupes."

 

"Soy tu madre y preocuparme es mi deber.”

 

Quería meterme en el carro, manejar las ocho horas a Flagstaff y traerla a mi casa segura, pero me di cuenta que no podía ofrecerle seguridad en ninguna parte. Ella misma tenía que ma­nejar esto, sea que fuera valiente y orgullosa y se aguantara, o se mudara a un nue­vo lugar, se callara y así negar una parte de quien ella es.

 

Cuando llamé a un amigo para que me apoyara, me dijo: "Debes estar orgullosa de ella. Está resultando ser una activista como su madre y yo no esperaba menos de ella, pues he visto en ella el valor y la determinación de ser ella misma."

 

Al día siguiente llamé al vicedirector para decirle que Danielle pensaba que toda iba a estar bien. Me dijo que ha habido  una junta entre él y los profe­sores de Danielle para enterarlos de la situación y para pedirles ayuda de asegurarse que nadie le hiciera burla o que la acosara de cualquier forma.

 

Tuvo una sola pregunta. "¿Está terminada su cirugía para poder decir que legalmente es mujer?"

 

Esa era una pregunta importante porque estaba en una clase de gimnasia de chicas. Le aseguré que legalmente era mujer. También le dije que le enviaría un paquete de información sobre transexualismo.

 

Le dije: "Esté orgulloso de ella de mi parte."

El agregó: "Todos estamos orgullosos de ella."

Al día siguiente vigilaba el reloj mientras tra­taba de concentrarme en mi trabajo hasta que pu­diera llamar a Danielle después de su primer día a la luz pública en la escuela. Me dijo: "Mi día fue muy bien. La gente me dio recados y cartas de apoyo. ¡Una chica incluso me trajo flores! Gente totalmente desconocida venía a mí para decirme lo valien­te que era. Me llamaban por mi nombre, pero no sé quiénes eran."

 

Una semana más tarde llamé al vicedirector de nuevo para ver si él había sobrevivi­do. Me dijo: "No ha habido prensa, ni padres, ni problemas. Danielle parece estar bien, ningún problema. Puse sobre aviso a los directores de las otras dos escuelas preparatorias de la ciudad para que confirmaran conmigo cualquier rumor que escu­charan acerca de esta escuela, pero no habían escuchado nada."

 

Me dio las gracias por el paquete de información sobre el transexualismo, el cual había com­partido con sus superiores administrativos y con su personal. Ambos estuvimos de acuerdo que esta había sido una experiencia de aprendizaje tremenda para los estudiantes y para el personal de la escuela. Le di de nuevo las gracias por su cuidado y comprensión. Esta escuela había manejado la situación de una manera muy ejemplar. Finalmente yo había encontrado un representante escolar que estaba realmente dedicado y considerado de las necesidades de sus estudiantes.

 

El Club México-Americano eligió por votación a Danielle su presidenta. Un chico con quien Danielle había salido vino otra vez a su casa a ver películas aunque sabía acerca de su pa­sado. Danielle seguía diciéndome: "No tiene importancia. A nadie le importa." Deseaba de­cirle que sí tenía mucha importancia. Podía pare­cerle a ella como un paso pequeño, pero era un gran paso hacia un mejor entendimiento de aquellas perso­nas con disforia de género.

 

 

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El tema del transexualismo por lo general es malen­tendido por la población, cuya mane­ra de pensar es todavía la de la edad media. Na­cí activista y ahora tengo una causa.

 

Mi distrito escolar local tiene un comité para tratar asuntos de gays y lesbianas y para edu­car al personal docente acerca de métodos para proteger a los estudiantes contra la discriminación. La organización PFLAG (Parents and Friends of Lesbians and Gays--Padres y Amigos de Lesbianas y Gays), necesitaba un representante en este comi­té y yo me ofrecí. En una de las primeras juntas co­nocí a Ellen, la empleada del distrito escolar que ha­bía hablado conmigo cuando trataba de enterarme sobre la política del distrito escolar sobre transexu­ales. La única información que entonces me podía dar fue: "No discriminamos." Como lo sospeché en ese momento, un supervisor le había dado órdenes de no decir nada más. Ellen me dijo que se sintió terrible que no se había permitido a ser más servicial, pero esta­ba muy contenta saber que más tarde encontramos una escuela segura para Danielle.

 

Me uní al equipo que habla a los maes­tros en escuelas primarias y preparatorias en nues­tro distrito acerca de tratar igualmente a todos los estudiantes y hacer de la escuela un lugar seguro para todos. Comparto con ellos los casos cuando maes­tros y consejeros no sabían qué hacer con Danielle. Mi meta es simplemente asegurarme que cada maestro por lo menos oiga la palabra “transexual.” Mi es­peranza es que en el futuro cada escuela sea un lugar seguro para personas como Danielle. Dejamos en cada escuela información escrita que incluye recursos y personas a quienes acudir para más información.

 

En muchas de las escuelas, los maestros ya han visto estudiantes que cuestionaban su propio género. Aunque no hay mucho que un maestro pueda hacer, por lo menos pueden mostrar aceptación y tratar de proteger al estudiante de que lo acosen y ridiculi­cen. A menos que los padres se involucren en la situación del estudiante, las manos del maestro están atadas.

 

La Con­ferencia Internacional Sobre la Ley Transgénero y la Política de Empleo, Inc., (International Conference on Transgender Law, Employment Policy, Inc. (ICTLEP)), es un grupo de abogados y profesionales trabajando sobre los asuntos legales y de empleo para transexuales. Asistí a una de sus juntas anuales en Texas y lo encontré muy interesante, aunque la mayoría de los temas tratados concernían adultos transgénero: empleo, custodia de hijos, matrimonio, documentos legales, etc. Parecía que no había nadie tratando los asuntos importantes para los adolescentes y estudiantes. De nuevo quedé impresionada con los transexuales, quienes eran tanto profesionales que trabajaban bien adaptadas, así como per­sonas de acción en el movimiento transgénero. Aunque Danielle sólo deseaba ser una chica, hay quienes desean ser andrógenos, o bigénero (a veces masculino y a veces femenino), o desean establecer un tercer sexo, o cinco sexos, o eliminar por completo el género. Aprendí sobre las personas interse­xuales o hermafroditas y su búsqueda por esco­ger su propio género sin que al nacer un cirujano lo decida.

 

A medida que me envolví más en el Rincón Neutral, me uní a su Speakers’ Bureau (Comisión de Oradores), hablando a estudiantes en diversas clases universitarias. Uno a dos transexuales o travestis y yo les mostra­mos a estos estudiantes que la población transgénero es humana y no hará daño a nadie. Los estudiantes están en la universidad para ser educados y deseamos ampliar su educación. Queremos que la gente comprenda que la iden­tidad de género no es una elección. ¿Quién es­cogería tener una vida tan difícil? También enfatizamos que esto no es una enfermedad mental.

 

Desafortunadamente está en el propio interés de la industria de consejería perpetuar el mito que el transexualismo es un problema mental o psicológico. Hay grupos de apoyo para los individuos transgénero para que no se den por vencidos y no se ha­gan daño por medio de las drogas o el abuso de alcohol, o en casos dramáticos por suicidarse.

 

La organización nacional PFLAG me ha invitado a hablar varias veces para ayudar a educar a sus miembros. Actualmente hay pocos padres que entienden los problemas, pero esperamos que haya más en el futuro.

 

A dondequiera que voy y cuento la histo­ria de Danielle y su necesidad de ser una chica, alguien me dice: "Usted es una madre tan mara­villosa." Esa declaración todavía me sorprende porque siempre sentí que no era particularmente buena sirviendo como madre, siendo una madre más bien no convencional y casual. Sólo he hecho lo que cualquier madre puede hacer, dar el amor incondicional a mi criatura.

 

Cuando las transexuales escuchan mi his­toria me cuentan que ellas sabían que eran tran­sexuales cuando eran adolescentes, pero tenían miedo de contarlo a sus padres. A medida que mejoré mi uso de la computadora y la red internet, me uní a varias listas de servicio que tenían qué ver con transexualismo.  Ahora existe un grupo de padres de transexuales dispuestos a ponerse en contacto con otros padres por medio del internet.  También hay algunas historias de adoles­centes transexuales y otra información disponible a través de estos medios.

 

Parece que el número de jóvenes que les están diciendo a sus padres que sienten la necesi­dad de pertenecer al género opuesto va en aumen­to. Espero que podamos espaciar el conocimiento que estos jovencitos necesitan amor y comprensión.

 

Cuando Danielle vivía en casa siempre le decía a ella adon­de iba a hablar y la invitaba que viniera conmigo. Me acompañó una o dos veces, pero no se sentía a gusto hablando de su situación en público, o tenía otras cosas que hacer que eran más importantes pa­ra una adolescente. Respeté sus deseos que yo no ha­blara en su escuela, y ella comprendía mi necesidad de tratar de cambiar el mundo.

 

 

 

 

 


 

 

 

 


 

 

 [SJ update of 9-17-04]